Miguel Avilés

Recuerdo que era un sábado y que todos estaban muy contentos, el Padre Rojas, el mismísimo fundador de los Grupos de Oración vendría a acompañarnos en ese retiro. Era una situación que, personalmente, me causaba respeto. “Será un hombre serio, de presencia solemne y muy recogido”, pensaba. ¡Qué corto me quedaba! Aquel día conocí a un hombre
que vivía lo que era, que era lo que vivía; era un hombre cuya presencia acercaba a Jesús. El Padre Rojas no era (es) un sacerdote, era un SACERDOTE; no era solo un fundador, era nuestro padre. Ese sábado, a los pocos minutos de haberlo conocido supe a ciencia cierta que tenía delante de mí a un hombre culto, recto, ejemplar, feliz, con un grandísimo sentido del humor, una afabilidad insuperable y santo.

Tengo mucho por lo que dar gracias al Padre Rojas, y he de dar muchas gracias a Dios por él. Gracias a él ahora puedo formar parte de GOCJ (mi familia en la fe); su recogimiento y solemnidad al celebrar misa o su exigencia cariñosa, son cosas que como hijos de un padre hemos ido aprendiendo. Vivió lo que enseño y enseño con el ejemplo. Gracias Padre Rojas.