Recuerdo cuando conocí al Padre Rojas. Yo tenía unos 16 años y nos invitaron a unas convivencias con los GOCJ. Mi primera impresión fue que era un sacerdote especialmente simpático. En la primera charla que tuvimos nos habló de cómo hacer la genuflexión al entrar y salir de la Capilla. Era a la par muy divertido y profundo, lo que decía te marcaba.
Años después acabe entrando en los GOCJ y teniéndole a él como director espiritual. No era muy consciente de la suerte que tenía.
De los encuentros con él en dirección espiritual puedo decir que siempre me ayudaban muchísimo.
Salía de la dirección con una alegría y una fuerza… Convencida de que con la ayuda de Dios podría hacer todo lo que Dios quería.
El Padre era muy muy ordenado. Por ejemplo, para la dirección espiritual, nos preparó un guion con una serie de puntos a comentar para centrar la misma. Recuerdo un día en concreto, que cualquier cosa que le decía él me respondía con la misma frase: “Si, pero con mucha alegría”. Le comentaba otro punto y la respuesta era similar: “Haz esto, pero con una sonrisa”; otro punto y lo mismo: “Siempre con alegría”. Tras la entrevista, mientras estaba haciendo la oración, le pregunté a la Virgen: “¿Qué te ha parecido la dirección espiritual? ¿Tú qué opinas?”. Entonces abrí un libro y leí: “Sonríe, sonríe, sonríe”. Me quedaba claro, ¡jajajaja! El Padre siempre ha estado en sintonía con Jesús y la Virgen.
En otra ocasión le agradecí un mail que nos mandó y su respuesta fue: “Me alegro de que sigas trabajando en tu fábrica de santos, tus hijos y tu marido”. Esta respuesta siempre me ha dado mucha luz, este es mi trabajo y misión principales: hacer de mi familia unos santos de primera.
El Padre siempre nos alentaba a ser santos de primera fila, a que no nos conformáramos con ser simples santos, si eso fuera posible, sino lo más santos que pudiésemos, tan santos como Dios quisiera y no conformarnos con menos.